No, yo ya me casé, en breve hará 2 años. Pero unos amigos celebraron su boda hace muy poquito y yo estuve allí haciendo magia para los invitados y los novios.
La verdad que cuando me llamó Victor y me lo propuso me hizo mucha ilusión, así que le dije “Si los novios están de acuerdo, me tendréis ahí haciendo magias.”
Hasta cierto punto podríamos decir que la idea era compartida entre los novios y los “damos” de honor. Ya que muchos me habían visto hace un par de años que estuve haciendo magia en Yecla por las fiestas de la Vírgen.
Pero bueno vamos al lío, que me pierdo.
Una vez cerramos el tema de, que efectivamente voy a ir a hacer magia, me asalta el problema del repertorio.
Tenía claro que los juegos no debían ser muy “intensos” pero si sorprendentes. Los invitados iban a estar de pie, probablemente con comida o bebida en una mano y hablando entre ellos de lo guapos que iban los novios o de lo buena que estaba la comida.
Así que necesitaba unos juegos que:
- Se pudieran hacer sin necesidad de mesa.
- De fácil reseteo.
- Bastante visuales.
- Para todos los públicos.
- Lo suficientemente sorprendentes como para que recuerden que en la boda hubo un mago.
Y aquí empezó mi travesía por el desierto, buscando y probando combinaciones de juegos a ver cómo quedaban…
Al final preparé:
- Una rutinita con esponjas (ten count y siempre 3).
- Una con gomas elásticas (2 juegos + 1).
- Una de cartas (3 juegos de “superhabilidad” y 3 lecturas mentales in crescendo).
- Un hopping half.
Pero antes de ir a la boda, decidí salir por Barcelona a hacer magia por la calle. Necesitaba romper “esa barrera” de acercarte a alguien totalmente desconocido y ofrecerle unas magias.
La experiencia no fue mal del todo, en algunos bares no me dejaron pasearme por la terraza, en otros si. Hubo gente que ni siquiera me dejó decirles “hola”, otros en cambio me dieron incluso ¡una propinilla!
Con los juegos más o menos rodados ante desconocidos me disponía a afrontar el reto de la boda. La idea era hacer magia durante el cocktail y así amenizar mientras los novios se estaban haciendo las fotos y todo eso.
Dejé que el ansia por el comer y el beber de los invitados se apagase y empecé a seleccionar grupos de gente susceptibles a recibirme de buena gana.
La verdad me sentía más tenso que la cuerda de una guitarra pero poco a poco, a medida que las gomitas se atravesaban, que las cartas rojas y negras se separaban y que las bolitas desaparecían, fui calentando.
Cuando ya estaba preparado para “lo que me echen” era la hora de comer. Así que para no enfriarme, seguí haciendo algún juego con los compis de la mesa. (Iba en calidad de invitado, así que comía con mis amigos y no con el staff).
Aproveché los huecos entre platos para acercarme a las personas que no me habían visto antes, en el cocktail. Me interesaba que todo el mundo supiera que había un mago en la boda, para la sorpresa que teníamos preparada…
Después del postre, llegó el momento del “Ritual del amor”. Me vais a decir que es muy típico, pero funciona genial para grupos grandes, y con 230 invitados… necesitaba algo grande y bueno.
Creo que más o menos les salió a un 80% de los invitados, porque entre el que se despista y el que no oye bien, siempre hay alguno que falla. Pero en general contento. Los novios agradecidos y la gente feliz.
A la hora del baile, pensaba que podría bailar a tope, como hago siempre en las bodas, pero no. Los invitados cuando me veían me pedían más juegos y yo que soy de baraja fácil estuve dándolo todo.
Acabé la noche muy feliz, por los novios, y por la sensación del trabajo bien hecho.
Sumo una muesca más a mi culata de magia y poco a poco voy rodándome en el mundillo.
Si podéis hacer estas cosas, hacedlas. Sed honestos con vosotros mismos pero no os pongáis barreras, que como dice Kuppers: “no hay nada más peligroso que un inútil motivado”.
Sólo me queda agradecer a los novios, Alberto y Elena, y a todos l@s dam@s por la confianza y por dejarme hacer mis magias en un evento tan importante. Espero que los invitados se llevaran un buen recuerdo y que lo guarden durante mucho tiempo.
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Hasta cuando queráis.
K.