No recuerdo la edad que tenía cuando hice mi primer truco de magia, pero sí que recuerdo cuál fue: el pañuelo que cambia de color.
Salí al escenario con mi traje especial para la ocasión: camisa blanca, pantalón negro con una línea de lentejuelas rojas a los lados, chaleco y sombrero de copa ambos también rojos.
Ese día hacía de “telonero” para presentar a otro mago, Fakir Kirman, que participaba en un espectáculo benéfico en Martorell (Barcelona).
Recuerdo que me aprendí la charla de memoria, y que cada vez que iba a casa de mis abuelos la practicaba. Mi abuelo me decía: “Poco a poco, que hablas muy rápido y no te van a entender”.
No sé si al final me entendieron o no, pero ya os aseguro que la gente aplaudía.
Pasó mucho tiempo hasta que mi tío me regaló los primeros trucos de magia un poco más complejos: la cerilla que flota y la carpeta de aparición, ambos comprados en Mi tienda favorita.
La magia siempre estuvo entre mis aficiones, pero como pasa siempre cuando eres un niño, se va cambiando según la época. Al crecer me lo empecé a tomar un poco más en serio y a practicar de una forma más organizada y seria.
Aunque soy autodidacta, no todo lo he aprendido por mí mismo. He tenido algunos maestros improvisados que me han enseñado algunas de mis rutinas favoritas.
Me declaro fan de la cartomagia y, como Ascanio, tengo 52 amantes. De hecho, si cuento todas las barajas que poseo, creo que tengo más de 2000 amantes.
La magia de cerca es lo que me llena y me fascina. La atmósfera que puedes crear alrededor de una mesa y un tapete son geniales.
Cabe decir que he actuado pocas veces, y casi siempre en familia o con amigos, pero el hecho de sacar el tapete, apartar las cosas de la mesa y sentarte con tus cartas tiene un aire especial. Es el momento de compartir esos pequeños milagros que llevas viendo tanto tiempo.
La magia de cerca tiene otros componentes a parte de las cartas y por eso estoy empezando con las monedas.
La numismagia me parece muy interesante y bonita, aunque reconozco que a lo mejor tiene menos impacto que las cartas, y que la ejecución técnica es más difícil. Esos trocitos de metal brillante, pueden conseguir dejar boquiabiertos a tus espectadores, cambiando de tamaño, color, lugar e ¡incluso de consistencia!
Quién sabe si en un futuro haré una entrada diciendo que he abandonado las cartas y me dedico totalmente a las monedas… la magia es así, siempre cambiante.
Lo que no cambia en la magia es la sensación que te produce una vez te ha atrapado. Ese cosquilleo en los dedos de querer sorprender a alguien con un nuevo truco. Los nervios en la barriga cuando estás empezando tu actuación, por pequeña que sea. El estar mentalmente visualizando la rutina, practicando constantemente en cualquier lugar… Eso es lo que me atrapa de la magia, y espero que a vosotros os pase un poco lo mismo.
Nos vemos en la próxima.
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K.